martes, 28 de septiembre de 1999

Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote).

El volcán Timanfaya de la isla de Lanzarote protagonizó entre 1730 y 1736 uno de los episodios eruptivos más largos de la etapa moderna. En el centro de aquel escenario se encuentra actualmente el Macizo de Timanfaya, también conocido como Las Montañas de Fuego. La región fue declarada Parque Nacional el 9 de agosto de 1974, y el 7 de octubre de 1993 toda la isla de Lanzarote fue declarada Reserva de la Biosfera. Fruto de aquellas erupciones se registran actualmente anomalías geotérmicas que responden a la existencia de una cámara magmática residual muy próxima a la superficie.

Marta y yo completamos nuestra Luna de Miel con cinco días de estancia en la Isla de Lanzarote. Tengo especial interés en conocer el Parque Nacional de Timanfaya. Sus condiciones ambientales son tan extremas que la única vegetación predominante aquí son los líquenes; es el lugar idóneo para el estudio de la colonización vegetal, proceso que comienza precisamente con la aparición de los líquenes, capaces de asentarse sobre la roca desnuda y subsistir únicamente con el agua del rocío soportando oscilaciones térmicas muy acusadas.

En Timanfaya se han descrito más de 150 especies diferentes de líquenes por lo que, al margen de su carácter eminentemente geológico, este Parque Nacional puede considerarse como un Parque Liquenológico, lo que para mí significa encontrarme ante un mi "paraíso botánico".

El Parque está atravesado por unos 12 kilómetros de carretera que lo cruza de norte a sur entre las poblaciones de Mancha Blanca y Yaiza. Allí se encuentra el centro de visitantes y la famosa Ruta de Los Volcanes, a donde van a parar todos los turistas.

Desde Yaiza sale otra carretera que llega hasta la costa oeste de la isla, que constituye también el límite natural del parque con el Océano Atlántico. Allí puede visitarse El Golfo (un cráter que ha sido engullido en parte por el mar y cuya media luna se yergue escarpada ante una playa negra y una laguna verde) y Los Hervideros (el sector costero en el que se observa el golpe de las olas sobre los brazos de magma que llegaron al mar y que hoy son roca solidificada).

Durante estos días hemos visitado absolutamente todo lo visitable de la isla: La Playa de Famara, la del Papagayo, Los Jameos del Agua, La Cueva de Los Verdes, El Jardín de Cactus, Orzola, el Mirador del Río... incluso hemos tenido tiempo de cruzar el Estrecho de La Bocaina y pasar un día paseando por las Dunas de Corralejo, en la vecina isla de Fuerteventura.

Todo muy bonito y muy interesante, pero me he llevado una gran decepción al comprobar de primera mano la elevada densidad turística de Lanzarote, la mayor de todas las Islas Canarias. Los datos están ahí, millones y millones de visitantes al año, existen en Lanzarote más plazas hoteleras que habitantes autóctonos, un desarrollo incontrolado fruto de la especulación inmobiliaria, sin duda.

Tanto es así que se me quitan la ganas de volver a visitar la isla en el futuro, hay "turistas" por todos los lados, está todo lleno, es prácticamente imposible encontrar un lugar tranquilo donde pasear plácidamente y disfrutar del paisaje, imposible, no lo hay en toda la isla. Tan solo en Las Montañas de Luna, en el Parque Nacional, pero claro, allí es imposible entrar, las única visita permitida al parque es la que está pensada para los turistas, la Ruta de Los Volcanes, un paseo en bus por carretera desde donde te enseñan el paisaje, y con parada en un mirador (con bar) donde cientos y cientos de turistas esperan su turno para el típico paseíto en dromedario.

Mi interés por el parque va mucho más allá y no tiene nada que ver con esto. Ni una sola mención a lo verdaderamente extraordinario del parque, los líquenes. ¿Qué coños pintan aquí estos dromedarios y qué hace aquí toda esta gente? Consumir, eso es lo que quieren, la isla "vende" su paisaje y millones de turistas dejan aquí su pasta, por no mencionar los miles de ellos que han construido aquí sus "casitas" de veraneo. Me ha parecido lamentable.

Consulté a los guardas del parque la posibilidad de hacer una ruta por el interior con fines puramente científicos, para observar y reconocer in situ la flora característica del parque, y lo único que me dijeron fue que visitara el Centro de Visitantes.

Así que salí del Parque Nacional totalmente decepcionado, no sin antes parar en la carretera y meterme "de estrangis" en los dominios del parque para recoger algunas muestras de líquenes con el objeto de identificarlas algún día e incluirlas en mi herbario científico.

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